“Nunca se está totalmente dormido cuando
soñamos
ni suficientemente despiertos cuando creemos que lo estamos”.
La mente es como una torre desde lo alto de la cual tenemos un gran campo de visión. Desde las alturas nos parece verlo todo muy claro, y cuando saltamos y volvemos a caer en la tierra, al principio todo resulta confuso. Los ojos ya no nos sirven tanto, y al recurrir al oído, al olfato y al tacto, comprendemos que están desentrenados. Saltar de la torre nos re-sitúa en el entorno, permitiéndonos reconsiderar los hábitos adquiridos, nuestras creencias y nuestros saberes.
Esta
actitud de recuperación de la conciencia de la inscripción del individuo en su medio
mostrará al protagonista, el profesor Mirón, una
realidad desconocida, y lo impulsará a participar en una aventura, donde las
palabras cotidianas y los objetos que éstas nombran adquieren dimensiones
extraordinarias.
El salto del torre combina la tradición del diario de
viajes con los ingredientes de las novelas de campus y los códigos de aquellas
novelas negras en las cuales la solución del misterio no es el objetivo
principal, sino donde lo que importa sobre todo es el recorrido que los
lectores hacen juntos con los personajes en la búsqueda de respuestas a algunas
cuestiones iniciales.
La visión controvertida de la realidad presentada alternativamente
por una niña secuestrada (Ypsilon) y por el profesor Mirón, cada uno en su estilo, está
destinada a sembrar la duda en los lectores, invitándolos a poner en cuestión
sus conocimientos. Estas cuestiones se refieren principalmente al secreto del
Grial, respecto al cual esta novela sostiene una tesis muy original, basada en
estudios filológicos y lingüísticos que ponen de relieve las fronteras
permeables entre la verdad y la mentira, entre la transparencia y la opacidad,
entre la realidad y el sueño, entre las ciencias objetivas y la literatura,
entre la razón y las pasiones, entre la voz y el silencio, entre la acción y la
pasividad, entre la memoria y el olvido, entre el saber y la intuición.
El profesor Mirón queda muy impresionado por este retrato de Santa Catalina durante una visita a Christ Church en Oxford |
Detalle de la plaza de Saint Gervais en París, con la calle François Miron al fondo, escenarios de uno de los momentos más emocionantes de la novela (la foto es de @Miguel Parra) |
El libro se articula en XX capítulos. Un bucle cronológico
conecta el último capítulo al primero, entre los cuales alternan los relatos en
primera persona de Y y del profesor
Mirón. Los capítulos escritos por Y
constan de una sucesión de párrafos de 150 palabras separadas por un espacio en
blanco. Esta forma original de narración contribuye a la simplicidad y a la estética
de una escritura que pretende mostrar la experiencia mística de este personaje
y la visión poética de un mundo detenido en un eterno presente.
Los capítulos escritos por el profesor Mirón utilizan una
prosa relativamente más tradicional, en la cual la historia progresa
linealmente, interrumpida aquí y allí por digresiones oníricas, introspectivas
y polifónicas, cuidadosamente concebidas para acentuar el suspense, ofreciendo
al mismo tiempo un retrato naturalista del personaje así como del mundo
universitario. Los relatos de Mirón aportan una interpretación sesgada de los
acontecimientos narrados por Y.
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